“¿El alcohol engorda?, ¿una copita de vino en las comidas se considera saludable, no?”
Estas son preguntas muy frecuente que cualquier dietista- nutricionista se encuentra en su consulta. En los meses de verano debido al periodo vacacional se incrementa el consumo de las bebidas alcohólicas en general, que unidas a diferentes hábitos hacen que ganemos peso (generalmente grasa), perjudiquemos nuestra salud y tiremos por la borda todos los buenos hábitos que hemos adquirido durante el resto del año.
Pero antes de todo… ¿qué entendemos por bebidas alcohólicas?
Las bebidas alcohólicas son aquellas bebidas que tras sufrir una serie de procesos (fermentación, destilación, adición, extracción…) contienen alcohol etílico (etanol) en su composición. Su consumo proporciona al organismo energía en distintas cantidades según el contenido alcohólico y de azúcares y, en las fermentadas de baja graduación (vino, cerveza, sidra), aportan cantidades variables de vitaminas, minerales y componentes no nutritivos de creciente interés.
Cerveza, vino, whisky, ron… son algunas de las bebidas alcohólicas con mayor aceptación entre el consumidor español.
No aporta ningún compuesto nutritivo interesante, y su ingestión, incluso moderada (equivalente a dos vasos de vino o botellines de cerveza diarios), tiene una repercusión importante sobre el equilibrio nutricional y los hábitos, en consecuencia, sobre el crecimiento y el desarrollo.
De hecho, se ha observado que la ingesta de alcohol frecuente desplaza la de alimentos que sí aportan nutrientes de interés. Por lo cual, no únicamente ingerimos “calorías vacías” y compuestos nocivos sino que dejamos de ingerir aquellos que nos van a beneficiar. Según un informe de la Fundación Española de la Nutrición, el 4,9% de las calorías que se ingieren a diario en nuestro país proceden del alcohol (es una cifra considerable, sobre todo si se compara con la energía que tomamos a partir de las legumbres (1,4%)…)
Recordemos que el consumo medio de energía en la población española se encuentra en unas unas 2.000 kcal en el caso de las mujeres y a unas 2500 Kcal, en los hombres. Así, vemos que un botellín de cerveza negra, por ejemplo, ya cubre casi el 10% del total de hombres y mujeres.
Diferentes estudios, con frecuencia asociados a empresas o asociaciones relacionadas con la producción-venta de bebidas alcohólicas, hablan acerca de los beneficios de algunos de los compuestos no nutritivos que contienen determinadas bebidas (véase resveratrol en el vino). No obstante, cualquier beneficio que pudiesen aportar estos compuestos son superados con creces por los efectos perjudiciales de consumir alcohol.
Está en manos de cada uno decidir lo que ingiere, pero como mínimo que podamos hacerlo con el conocimiento adecuado y no con eslóganes «trampa» de estudios patrocinados alabando las virtudes de un componente dentro de un producto perjudicial.
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